Vacaciones – Rita Dove – Esa sensación de una nueva aventura

Me encanta la hora antes del despegue,
esa franja sin tiempo ni otro hogar
que los asientos de vinilo gris enlazados como
un desplegable de muñecas de papel. Pronto
nos citarán a la puerta, muy pronto
comenzará el torpe trámite de números de fila
y tickets perforados. Pero de momento
puedo mirar a estas dispares familias nucleares
con sus arrumacos y sus discusiones
o a la soltera con tacones que trata de
ignorar el llanto de un niño y la agotada madre
del niño que espera que la llamen con antelación
mientras el atleta, con una mano monstruosa
dormida sobre su mochila, escucha,
encaramado como una foca adiestrada para zambullirse.
Incluso el solitario ejecutivo
que se ha aventurado hasta este punto del verano
con su itinerario grabado a fuego y el maletín
golpeándole las rodillas, incluso él
ha trabajado por el placer de llevar
poco más que un retal de sí mismo
hasta este hall. Él cenará fuera, ella dormirá hasta tarde,
dejarán que el sol les queme con felicidad toda la mañana:
un poco de esperanza, un poco de capricho
antes de que el altavoz vocifere
y saltemos para convertirnos en el
Vuelo 828, embarcando ahora en la Puerta 17.

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