Píndaro: Vida, Obras y Legado del Poeta Lírico Griego

Píndaro es uno de los más célebres poetas líricos de la Grecia clásica. Se cree que nació en Cinoscéfalas, ​ Beocia, hacia el 518 a. C. Según la tradición, pertenecía a una familia aristocrática.

Se cuenta que Pindaro murió a los 80 a. en Argos y fue sepultado en el hipódromo de Tebas. Aristófanes de Bizancio dividió su obra en 17 libros, 11 religiosos y seis profanos: Himnos, Peanes, Ditirambos (dos), Prosodios (dos), Partenios (tres) e Hiporquemas (dos); y Encomios, Trenes y los cuatro de Odas, todo ello coral. Solamente conservamos (en muchos manuscritos, lo cual prueba el gran aprecio en que se las tuvo, y realmente son lo mejor de P.) las Odas: Olímpicas; Píticas, para los vencedores de los juegos de Delfos; Nemeas, de Nemea; e istmicas, del istmo de Corinto (éstas incompletas, pues de la IX, y pudo haber más, no se ha salvado más que un trozo).

Pindaro hace gala constantemente de sus sentimientos aristocráticos frente a un mundo democrático que se impone, capitaneado por Atenas, y busca refugio en las ya algo anticuadas cortes de los tiranos sicilianos, donde, por cierto, había de sufrir la competencia de sus rivales en el campo de la lírica coral, Simónides (v.) y Baquílides (v.) tío y sobrino respectivamente, a quienes dedica punzantes críticas. En estas cortes contrae gran amistad con los monarcas Hierón y Terón, a quienes, sin adular jamás, alaba, pero también advierte o amonesta.

Desde el punto de vista de su acendrada religiosidad, que le hace rebelarse más de una vez contra las impías leyendas divinas derivadas de Homero y otros poetas, Pindaro observa, en dioses u hombres, los peligros de la hybris, soberbia, que termina por arrojar a los abismos de la calamidad, áte, al que quiere remontarse sobre la medida convirtiéndose así en un dios, cosa imposible para un hombre.

El estilo de Pindaro es conciso, pero no está exento a veces de cierta complicación; los procedimientos retóricos usuales se emplean con prudencia y se aprovechan para producir efectos muy personales. Aun así, es difícil imaginarse la maravillosa impresión que debía de producir en los oyentes una obra pindárica, si es que la música (que desconocemos, y de la que únicamente sabemos que se componía de sencillas partituras, en general para lira y flauta) estaba en consonancia con el texto. El dialecto es el de la lírica artificial, con elementos dóricos y eólicos, algún jonismo y escasas particularidades beocias, lo cual no es extraño, pues su vida cosmopolita le mantuvo siempre muy apartado de su ciudad natal.

Píndaro ha sido con razón considerado siempre como el más insigne de los poetas griegos; muy utilizado por la tragedia, lírica posterior y escritores alejandrinos, fue luego calificado de incomparable por Horacio, quien, no obstante, como otros autores latinos, se inspiró en él como fuente y modelo. Desde el Renacimiento, su gran fama le ha mantenido invariablemente en primer plano de alabanzas e imitaciones.

A Teóxeno de Ténedo (*)

Hay un tiempo para recolectar amores,

corazón mio, cuando acompaña la edad:

pero aquel que al contemplar los rayos

rutilants que brotan de los ojos de Teóxeno

no siente el oleaje del deseo, de acero

o de hierro tiene forjado su negro corazón

con fría llama y, perdido el aprecio

de Afrodita, la de vivaz mirada,

o violentas fatigas padece por la riqueza,

o se deja arrastrar por la femenina osadía

esclavo de todos sus (…) vaivenes.

Más yo me derrito como cera de sagradas

abejas.

por el calor mordida en cuanto pongo mis

ojos

en los lozanos miembros de adolescentes mozos.

¡ Era cierto que tambien en Ténedo

Persuasión y Donosura tenían su sede

en el hijo de Hagesilao !

(*) Según la leyenda Teóxeno fue el último amor efébico de Píndaro, y la persona en cuyos brazos

falleció el poeta.

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